El otro día, al leer una
conferencia del escritor
Johan Norberg, me llamaron la atención ciertas afirmaciones acerca de la relación entre liberalización económica y crecimiento. Según el autor
"Cuanto mayor es el grado de libertad económica en un país, mayor es la oportunidad del mismo de conseguir más prosperidad, un crecimiento más rápido, un nivel de vida más alto, etc.. Si decidimos dividir el mundo en cinco grupos dependiendo del grado de libertad económica, como ha hecho el canadiense Instituto Fraser, vemos que los países más libres son diez veces más ricos que los menos libres y que tuvieron un crecimiento anual del 2'3% durante la década de los 90 mientras que los menos libres tuvieron un crecimiento negativo del 1'5%. Hay un dato aún más interesante que indica que la gente en los países más libres vive de media 24 años más que la gente en los países menos libres"
Norberg continúa poniendo como ejemplo de sus tesis el desarrollo experimentado por algunos países del sudeste asiático durante los últimos cincuenta años.
"Contraste esto con los países del sudeste asiático que se aprovecharon de la división internacional del trabajo con una política orientada a la exportación. Hicieron lo que mejor sabían hacer y el resto lo importaban. Tenían un gran intervencionismo gubernamental, pero controlado por las señales del mercado; cuando una empresa no era competitiva, se la ponía fuera del mercado. Estos países tienen ahora un nivel de vida cercano al europeo.
A mediados de los años sesenta, Zambia era el doble de rica que Corea del Sur, y ahora Corea del Sur es 27 veces más rica que Zambia. Esto no puede explicarse por diferencias en la inteligencia o la ética del trabajo. La otra parte de Corea, Corea del Norte - y Birmania - otra de las economías del sudeste asiático, no ha tenido tanta suerte. Tienen una economía autosuficiente y planificada centralmente, y en duro contraste con sus vecinos, permanecen anclados en una profunda miseria.
Por otro lado tenemos a algunos países africanos que han intentado algunas reformas liberalizadoras, aunque muy lentamente, como Botswana, Mauritania, Ghana y Uganda, y no se han atascado en la misma pobreza que el resto del continente, presentando en cambio crecimiento y una leve reducción de la pobreza.
Podemos observar esto en todo el mundo. Se puede observar como China e India han comenzado a hacer rápidos progresos cuando empezaron a desrregular sus mercados, se puede observar como países con mercados libres como Chile y Méjico crecen más rápidamente que el resto de Latinoamérica y se puede observar esto incluso en las severamente planificadas economías del mundo árabe. Pequeños países árabes que han hecho reformas liberales, como Bahrein y Qatar, han experimentado un rápido crecimiento"
Sin embargo, al leer estos comentarios surge un problema fundamental. ¿Es correcto considerar a los países del sudeste asiático como un ejemplo de ese pretendido vínculo entre libertad económica y crecimiento? La respuesta, bajo mi punto de vista, es que no.
En primer lugar, como destaca
Dani Rodrik, la experiencia de los
tigres asiáticos no supuso una importante liberalización comercial en las primeras etapas de crecimiento económico. De hecho, la mayor parte de esa apertura se produjo durante los años ochenta. Es decir, cuando un alto crecimiento se encontraba "firmemente establecido". En este sentido,
Paul Krugman hace hincapié en la posibilidad de que los altos ratios de comercio que presentan estas economías sean tanto la causa como el resultado de su crecimiento económico.
En segundo lugar, siguiendo de nuevo a Krugman, tampoco existen demasiadas evidencias que respalden que el crecimiento económico de los
tigres haya sido el resultado de un determinado
intervencionismo sofisticado por parte del estado. Estos países han seguido una serie de políticas muy diferentes: desde la planificación detallada de Singapur hasta el total liberalismo de Hong Kong. Por otra parte, tampoco se ha encontrado una relación significativa entre la aplicación de políticas explícitas y un crecimiento económico singular. Por último, han existido fracasos notables de la política industrial incluso en países, como Corea del Sur, con un importante crecimiento económico.
En definitiva, el crecimiento económico experimentado por estos países ha sido el resultado de unas políticas, comerciales e industriales, ciertamente heterogéneas. Esto significa que no pueden ser tratadas por igual y que no representan, en conjunto, ejemplos válidos a favor ni en contra de la apertura y la liberalización económica. Serían más bien, como nos hace ver Rodrik, las manifestaciones de que "no existe un modelo único de transición hacia un camino de alto crecimiento. Cada país tiene que desarrollar su propia estrategia de inversión".
El ejemplo de las economías del este asiático ha sido utilizado continuamente para poner de manifiesto la relación entre el crecimiento económico y la liberalización económica. Sin embargo, esta relación se encuentra muy lejos de ser inequívoca. Es una lástima que la realidad, con su poco elegante complejidad, no se adecue a ciertas ideas como las expresadas por Norberg en su conferencia.